El camino de los acuerdos prácticos

En torno a la situación de Venezuela se ha formado un consenso sobre la baja probabilidad de una invasión estadounidense. Sin embargo, esa conclusión puede conducir a un error de percepción. Si bien es cierto que lo que guía hoy a la administración Trump no es un impulso imperial a la vieja usanza, no puede ignorarse que Washington busca reafirmar su hegemonía en la región.

Esta política, descrita por Andrew Latham en National Security Journal, combina la tradición histórica de hegemonía regional de Estados Unidos con el interés actual de limitar el peso de otras potencias en el nuevo orden multipolar que se está configurando.

COACCIÓN

No se trata de colonialismo convencional, porque no busca anexar territorios. No es soft power, porque no pretende manejarse con ideas o cultura. Lo que se persigue es control y subordinación geopolítica. Es una forma moderna de la Doctrina Monroe con satélites, Tomahawks y algoritmos de inteligencia artificial.

En esa lógica, la flota estadounidense en el Caribe representa, en realidad, un mensaje geopolítico para proyectar poder, control y capacidad de respuesta instantánea, más cercana al concepto de estrategia de coacción que al de conquista.

LA CONTRADICCIÓN

En el caso venezolano, esa lógica pareciera no estar presente. La actuación de Washington plantea una duda de fondo: ¿estamos ante una política de coacción negociable o frente a una agenda de cambio de régimen? Si la lógica MAGA de esferas de influencia en verdad guiara la política estadounidense, debería abrir espacio para acuerdos con el gobierno venezolano. Sin embargo, el planteamiento de la Casa Blanca ha sido que “Maduro debe irse” como condición previa a cualquier entendimiento. Esta exigencia contradice esa misma idea de una política de presión sin invasión.

ENCUBIERTAS

¿Qué puede hacer EEUU si descarta la invasión, pero insiste en la exigencia de la salida de Maduro? Si la ocupación militar queda fuera de la mesa, las alternativas se reducen, porque ya las operaciones psicológicas destinadas a producir fracturas en el estamento militar han fracasado.

En este contexto, la Casa Blanca podría intentar aumentar la presión mediante ataques en tierra para ejercer presión psicológica. También existe la posibilidad de que la CIA sea activada para orquestar un golpe de Estado o llevar a cabo una operación de “eliminación” de autoridades venezolanas. Sin embargo, cualquiera de estas acciones generaría inestabilidad, vacíos de poder y un conflicto armado, lo que terminaría exigiendo el desembarco de tropas para estabilizar la situación.

ACUERDOS

Habría que preguntarse entonces si hay margen para un acuerdo. La respuesta es sí, pero solo si Trump modera su exigencia maximalista. De ser así, la política exterior MAGA permitiría un pacto pragmático, construido entre las partes y capaz de darle a Trump un “trofeo” simbólico.

El acuerdo incluiría la expansión de la actividad petrolera estadounidense bajo un convenio de cooperación y la participación de empresas estadounidenses en el sector minero. También se activarían mecanismos conjuntos de lucha contra las drogas entre Estados Unidos, Colombia y los países del Caribe, con acciones concretas como el desmantelamiento de rutas de tráfico y la desarticulación de bandas criminales. Además, se impulsaría un proceso de estabilización institucional, con mayor incorporación de la oposición democrática sin necesidad de elecciones inmediatas, acompañado del levantamiento de las sanciones.

DECISIONES

La política de Trump hacia Venezuela se encuentra en una encrucijada. Puede optar por ser coherente con su visión pragmática y construir un acuerdo funcional o perseguir un objetivo maximalista que contradice su propio rechazo a las “guerras interminables”. En el primer escenario, la flota naval se retiraría del Caribe conservando su aura de símbolo de poder. En el segundo, podría permanecer más tiempo, pero sin lograr el resultado buscado.

En geopolítica, como en la vida, no se puede tener todo. Trump debe decidir qué quiere: un acuerdo provechoso para ambas parte o sumisión absoluta. Porque ambas cosas, al mismo tiempo, no caben en el Caribe.

El Universal

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