Gane quien gane las próximas elecciones presidenciales, sea quien sea, se mantendrán las sanciones implantadas por Estados Unidos contra la economía venezolana y principalmente contra nuestra industria petrolera.
Las sanciones están diseñadas para establecer un dominio constante sobre nuestra economía, a largo plazo, no importa quién sea el presidente.
No se trata de acciones coyunturales o circunstanciales, la estrategia adoptada por la Casa Blanca pretende establecer un mecanismo permanente de control sobre nuestra principal industria.
Mediante las licencias, el gobierno norteamericano determina cuánto petróleo vamos a producir, a quién lo vamos a vender y con cuáles empresas podemos asociarnos, incluso estas sanciones pueden influir sobre el precio de la gasolina en el mercado doméstico estadounidense y también en el mercado global de hidrocarburos, porque la Casa Blanca es quien decide sobre nuestros niveles de producción.
De la misma manera, los llamados ajustes y alivios se gestionan de acuerdo a los intereses particulares de Estados Unidos. También condicionan los niveles de ingresos de Venezuela.
Por ejemplo, si una refinería de la India quiere importar petróleo venezolano o invertir en nuestra principal empresa, tiene que contar con la aprobación del gobierno norteamericano.
Sólo una política exterior (y petrolera) independiente y soberana, que no esté doblegada a ningún bloque de poder y que multiplique nuestros mercados globales, puede derrotar con éxito las pretensiones norteamericanas por tutelar nuestra economía e impedir que seamos sometidos a un nuevo coloniaje.