Richard Grenell, enviado especial de Trump, ha marcado un giro fundamental en la política estadounidense hacia Venezuela al declarar públicamente su disposición a negociar con Maduro para «evitar la guerra». Esta posición no representa un abandono de la estrategia de «máxima presión» que caracterizó el primer mandato de Trump pero abre oportunidades estratégicas significativas para el oficialismo venezolano, que ya capitaliza estas declaraciones como una victoria diplomática y una legitimación de facto de su autoridad.
Las declaraciones de Grenell en CPAC Paraguay el 16 de septiembre de 2025 no constituyen meras palabras diplomáticas, sino una reconfiguración estratégica motivada por realidades geopolíticas complejas: la crisis migratoria que presiona las fronteras estadounidenses, la creciente influencia china en Venezuela, y el reconocimiento de que dos décadas de sanciones no lograron el cambio de régimen. El timing es crucial: ocurren en medio de las mayores tensiones militares entre ambos países en años, con despliegues navales estadounidenses cerca de aguas venezolanas, lo que otorga mayor peso a su mensaje pacificador.
El cambio radical: de la «máxima presión» al pragmatismo estratégico
La transformación de la narrativa estadounidense hacia Venezuela es cuantificable y documentada. Durante su primer mandato, Trump impuso cientos de sanciones individuales, mantuvo abierta la opción militar declarando en 2017 que «no descartaría una opción militar» para Venezuela, y buscó abiertamente el cambio de régimen.
La estrategia actual contrasta dramáticamente. Grenell negoció directamente con Maduro en Miraflores el 31 de enero de 2025, logrando la liberación de seis estadounidenses detenidos y acuerdos de deportación. Trump ha declarado explícitamente: «No estamos hablando de cambio de régimen», abandonando formalmente el objetivo que definió su política anterior.
Este cambio no es accidental sino estratégico. Las sanciones de «máxima presión» beneficiaron paradójicamente a adversarios estadounidenses al forzar la retirada de empresas occidentales, principalmente favoreciendo a China y Rusia, mientras fallaron en lograr cambio político.
Las declaraciones específicas de Grenell y su contexto político
Las palabras exactas de Grenell en CPAC Paraguay revelan una filosofía diplomática clara y calculada: «He ido a ver a Nicolás Maduro, me he sentado enfrente de él, he articulado la posición de ‘Estados Unidos primero’. Entiendo lo que él quiere. Creo que aún podemos tener un acuerdo, creo en la diplomacia, creo en evitar la guerra.»
El contexto temporal amplifica la significancia: Grenell hizo estas declaraciones un día después de que Maduro declarara las comunicaciones con Estados Unidos «completamente rotas» debido a amenazas militares. Su respuesta pública constituyó una desescalada inmediata y una señal clara de continuidad diplomática despite las tensiones.
Como Enviado Presidencial para Misiones Especiales, Grenell tiene mandato específico para «los puntos más calientes del mundo, incluyendo Venezuela», otorgándole autoridad directa para estas negociaciones.

Implicaciones políticas: sanciones, política regional y reacciones
El impacto en las sanciones es inmediato y estratégico. La renovación de licencias de Chevron señala priorización de intereses energéticos estadounidenses, creando un marco de «zanahoria y palo» más sofisticado que la presión unilateral anterior.
Las reacciones del oficialismo venezolano revelan cálculo estratégico. Maduro propuso un «agenda cero» – reiniciar las relaciones bilaterales desde cero sin precondiciones. El gobierno venezolano utilizó lenguaje de igualdad soberana, posicionándose como socio negociador en lugar de subordinado.
La oposición venezolana enfrenta marginalización, con María Corina Machado admitiendo el «impacto terrible» de las imágenes diplomáticas pero sin capacidad de influir en el proceso.
Análisis estratégico: fortalecimiento del oficialismo venezolano
La reunión Grenell-Maduro constituye una victoria diplomática multidimensional para el oficialismo. A nivel simbólico, las fotografías oficiales y el protocolo diplomático proporcionan legitimación visual internacional. A nivel sustantivo, Venezuela logró la liberación de prisioneros, acuerdos de deportación, y mantenimiento de operaciones de Chevron sin concesiones principales.
La estrategia de «diplomacia bolivariana de paz» de Maduro se fortalece internacionalmente. El establecimiento de un canal de comunicación directo con la administración Trump demuestra capacidad de negociación con potencias hostiles, posicionando a Venezuela como socio cooperativo en temas migratorios.
El debilitamiento de la estrategia de «máxima presión» es evidente. Grenell no se reunió con figuras opositoras durante su visita, señalando priorización de intereses estadounidenses específicos sobre objetivos de cambio democrático, fortaleciendo la narrativa gubernamental de que Estados Unidos reconoce las realidades de poder.
Las oportunidades estratégicas se multiplican: rehabilitación diplomática que reduce el estatus de paria internacional, demostración de capacidad de resistencia ante presión occidental, y potencial normalización de relaciones regionales. El éxito diplomático proporciona munición doméstica contra narrativas opositoras de colapso inevitable, mientras que la legitimación internacional tiene efectos en cascada que pueden influir a otros gobiernos a seguir el liderazgo estadounidense en el compromiso con Maduro.

Conclusión: realineamiento estratégico con beneficios claros para Caracas
Las declaraciones de Grenell sobre negociar con Maduro para «evitar la guerra» representan un realineamiento estratégico fundamental que reconoce realidades geopolíticas cambiadas y abandona efectivamente objetivos de cambio de régimen por intereses pragmáticos estadounidenses.
Para el oficialismo venezolano, este cambio genera múltiples ventajas estratégicas. La legitimación diplomática de facto fortalece la posición doméstica e internacional de Maduro, debilita narrativas opositoras de colapso inevitable, y abre oportunidades para normalización de relaciones regionales. El éxito en negociar como iguales con una potencia hostil demuestra resistencia y capacidad diplomática.
El cambio refleja el reconocimiento estadounidense de que la presión sola no logra transición democrática, que sus intereses específicos en control migratorio, seguridad energética y lucha antinarcóticos requieren cooperación venezolana, y que la competencia de gran poder necesita mantener influencia occidental frente a la expansión china y rusa.
Esta recalibración pragmática marca un cambio estratégico significativo que fortalece fundamentalmente la posición del oficialismo venezolano mientras debilita la efectividad de la oposición política y su estrategia de aislamiento internacional.