La pandemia por COVID-19 profundizó las brechas de desigualdad en materia salarial e impactó negativamente las condiciones laborales de las mujeres en América Latina y el Caribe. Según las cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), esta situación ocasionó un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral femenina.
Para las investigadoras Irene León y Alba Carosio, el confinamiento profundizó la feminización de la pobreza y agudizo la concentración de los cuidados del hogar, esto último con pocos avances en políticas hacia una mayor igualdad y reciprocidad en estas responsabilidades entre mujeres y hombres.
MAS TRABAJO POR MENOS VALOR
En opinión de la socióloga e investigadora ecuatoriana Irene León, para las mujeres la pandemia ha sido una especie de shock a gran escala. Por un lado se agudizaron las responsabilidades del cuidado en el ámbito privado; educación, salud, alfabetización digital, etcétera, y por el otro se cerraron o impactaron sectores económicos en los que las mujeres tienen laboralmente una alta participación.
Según el informe de CEPAL de febrero de este año, “la autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad”, en el 2020 se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares no retomaron la búsqueda de empleo”.
Otros estudios como el de la Comisión Interamericana de la Mujer de la OEA, “Covid-19 en la vida de las Mujeres”, concluyen que las medidas de confinamiento que buscan proteger la salud pública y evitar el colapso de los servicios de salud no son neutras desde el punto de vista de género.
«Se ha incrementado la carga de trabajo relacionada con el cuidado y la atención a las personas cuya respuesta debería ser colectiva. Sin embargo la realidad es que ésta no se distribuye equitativamente sino que recae principalmente en las mujeres y no está valorada ni social, ni económicamente. Fuera de los hogares las mujeres también constituyen el mayor contingente que está asumiendo los cuidados, el sector de la sanidad, en el trabajo doméstico remunerado y en centros especializados de cuidados de menores, adultos mayores y personas con discapacidad, situación que conlleva impactos diferenciados sobre la salud de las mujeres y las expone a un mayor riesgo de contagio”.
León coloca el acento en que se ha agudizado la concentración de los cuidados del hogar en las mujeres en sus diversas generaciones y ni las instancias internacionales ni los gobiernos han hecho de esto una propuesta prioritaria para avanzar en políticas locales o internacionales en la valoración e inclusión de este trabajo que genera valor económico.
Paralelamente como explica la investigadora venezolana y coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer, Alba Carosio, en Venezuela y América Latina más del 40% de las mujeres trabajadoras están en el sector informal. Ante la dificultad de colocar sus productos como consecuencia del confinamiento, las mujeres en un alto porcentaje jefas de hogar, han visto disminuir drásticamente su poder adquisitivo. Destaca que 30% de las mujeres venezolanas trabajan como maestras, profesoras, enfermeras y en otro tipo de empleos públicos con un salario muy mermado frente a los consumos que deben pagarse en dólares.
«Muchas mujeres no han tenido problemas de despidos, pero su salario ha disminuido completamente así como su poder de compra. Las medidas de compensación a través de bonos y otros programas sociales son las que les han permitido subsistir escasamente».
La Organización Internacional del Trabajo calcula que las mujeres tienen a su cargo el 76,2% de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado (más del triple que los hombres). La situación que se ha agravado con las medidas de confinamiento, es particularmente dramática en las familias con hijos e hijas en edades de preescolar o que no pueden asumir de manera autónoma la educación a distancia.
Entre tanto la ausencia de sistemas de cuidados institucionalizados impacta de forma aún más negativa a las mujeres que tienen bajo su responsabilidad algún miembro familiar con una enfermedad crónica o la responsabilidad de adultos mayores.
Carosio resalta los efectos de la pandemia en las pequeñas y medianas empresas, y en consecuencia en el trabajo y salario de las mujeres. “Las pequeñas y medianas empresas constituyen el 90% de las iniciativas económicas en América Latina y el Caribe, muchas se han visto obligadas a cerrar o replantearse sus jornadas, con los consiguientes despidos o desmejoramiento de las condiciones laborales de las mujeres”.
Datos de la Organización Internacional del Trabajo en su estudio “El Covid-19 y el mundo del trabajo” del 2020, describen cómo las mujeres partieron en peores condiciones económicas para enfrentar la crisis, por su alta participación laboral en los sectores más afectados por la paralización económica; el trabajo informal, los servicios de alojamiento, servicios de comidas, industrias manufactureras y el sector turístico.
El sector de la salud es un claro ejemplo de la brecha salarial entre mujeres y hombres en América Latina y el Caribe. Según la CEPAL el 73, 2% de las personas empleadas son mujeres pero con ingresos de un 23, 7% inferiores a los de los hombres.
A estas realidades se suman otras de gran complejidad que también inciden en la vida laboral y en el desarrollo de los derechos de las mujeres como el incremento de la violencia de género, el encierro con sus agresores y el incremento del maltrato hacia niños y niñas en el ámbito familiar.
Anahí Arizmendi