No hay que tomarse al pie de la letra la política de Donald Trump para deportar masivamente a los migrantes.
Claro que le gustaría hacerlo, y probablemente avanzará en esa dirección, aunque deportar a 10, 11 o 12 millones de personas no parece tan viable.
Eso no significa que esa política no le esté funcionando. Al contrario, cumple muy bien con un propósito implícito, que no es necesariamente deportar a todo el mundo, sino subordinar simbólicamente tanto a quienes se quedan dentro de Estados Unidos como a quienes son obligados a salir, especialmente si provienen de sectores pobres de América Latina.
LOS NIÑOS
Ahora bien, la subordinación simbólica del migrante no se limita a las redadas y deportaciones.
También tiene otras modalidades de expresarse, como la separación sistemática de los niños de sus padres.
No estamos ante errores de la burocracia o la justicia.
Es una política oficial, impulsada por Stephen Miller, asesor del presidente y uno de los ideólogos más radicales de los grupos trumpistas.
Se trata de una decisión consciente que sirve para mostrar poder absoluto.
Los funcionarios estadounidenses saben que en la cultura latinoamericana la relación de las madres con sus hijos es algo sagrado.
Por eso, al atacar el lazo familiar, se está enviando el mensaje de que no hay límites para la supremacía nacional estadounidense: “También puedo quedarme con tus hijos, y no puedes hacer nada”.
CÁRCELES
Otro componente de esta política de sometimiento simbólico está en el tipo de cárceles utilizadas para los migrantes.
Se trata de centros aislados, penales de máxima peligrosidad como los de El Salvador o Guantánamo.
Esta forma de proceder responde a la lógica del trumpismo, que le gusta que las cosas sean no solo reales, sino también presentarlas como un espectáculo.
En este caso, se recurre a instalaciones con una imagen tenebrosa, que infunden miedo con solo mencionarlas.
ALCATRAZ
¿Para qué una cárcel en El Salvador, cuando en EEUU hay de sobra? Además, los migrantes trasladados allá ni siquiera habían cometido delitos.
Pero el solo hecho de encerrarlos en ese sitio servía como advertencia.
En este modelo, las cárceles funcionan como dispositivos de escarmiento colectivo.
Así, el mensaje de Alcatraz Alligator es: “Tú no importas y puedo someterte, hacerte sufrir y hacer lo que quiera”.
GLORIFICACIÓN
La otra cara de la política de “América Primero” es la glorificación del ciudadano estadounidense, como figura excepcional, merecedora de protección sin condiciones.
Cualquier detenido en el extranjero es denominado de inmediato como “rehén”.
Un ejemplo de esto es el reciente canje de prisioneros entre Estados Unidos y Venezuela.
Entre los liberados por Washington está Dahud Hanid Ortiz, un exmarine condenado por un triple asesinato cometido en Madrid en 2016.
Se trata de un ciudadano estadounidense de origen venezolano, que había sido detenido aquí y sentenciado por los tribunales venezolanos a 30 años de prisión.
Aun así, fue incluido entre los liberados por EEUU.
Esta actuación de Washington expresa la idea de que la vida y los derechos de los estadounidenses están por encima de los sistemas judiciales de otros países, incluso cuando han sido condenados por crímenes graves.
ESTIGMATIZACIÓN
Todo esto, ya sea la separación de niños o el tipo de cárceles utilizadas, busca algo más que meter miedo para frenar la migración.
Se busca que los latinoamericanos que van a continuar viviendo allá bajen la cabeza y acepten lo que sea.
Esta operación de sometimiento psicológico lleva a muchos migrantes, en su esfuerzo por sobrevivir, a distanciarse de los suyos e incluso a despreciarlos.
El proceso ha llegado a tal punto que un fiscal de Florida ha instado a los migrantes a denunciar a sus exparejas para facilitar su deportación, y ha habilitado una línea telefónica para delaciones.
‘LA SOLUCIÓN FINAL’
Desde el punto de vista práctico y logístico, la “solución final” migratoria es una fantasía.
Lo que sí es real es el efecto que tiene la amenaza de deportación, que genera un estado de sumisión forzada, como lo han explicado antropólogos, sociólogos y psicólogos.
El verdadero interés del trumpismo no es deportar a todos los migrantes.
La realidad es que Estados Unidos necesita que una gran cantidad de “alienígenas” permanezca en el país para que trabajen y produzcan, pero bajo esas condiciones de sumisión forzada.
POSTMODERNA
Trump y su entorno buscan convertir a los migrantes que van a permanecer en Estados Unidos en una servidumbre postmoderna que trabaje sin reclamar, obedezca sin protestar y que agradezca el no ser expulsada.
La subordinación de los migrantes también cumple una función política. Se trata de crear un grupo social marginado, útil para polarizar a la sociedad y reforzar una narrativa de “nosotros contra ellos”.
En fin, las deportaciones masivas no son un fin en sí mismo, sino un instrumento para domesticar y controlar a los que se quedan. Una forma de imponer una jerarquía simbólica donde unos son “superiores” y otros bajan la cabeza.