Doce semanas después de que Washington iniciara su ofensiva militar contra Venezuela, el panorama político que rodea al conflicto ha tenido cambios importantes. Lo que comenzó como una demostración de fuerza con un desenlace aparentemente inminente se ha transformado en un debate que pone en entredicho la naturaleza misma de la intervención y ha fracturado tanto el consenso interno en Estados Unidos como los apoyos internacionales que la Casa Blanca esperaba movilizar con facilidad.
EL CONTROL
En las primeras semanas, el discurso oficial de la administración Trump, que presentaba la operación como una cruzada contra el narcotráfico, consiguió cierta aceptación en algunos sectores mediáticos y políticos. Sin embargo, la magnitud del despliegue militar desbordó por completo ese marco narrativo.
La desproporción entre los objetivos declarados y los medios utilizados terminó por revelar la verdadera naturaleza de la ofensiva: no se trataba de una “operación antidrogas” ni de una misión en “defensa de la democracia”, sino de una acción de fuerza orientada a tomar el control del Estado venezolano y a reafirmar la hegemonía estadounidense en la región.
FRACTURAS
El asesinato de pescadores en el Caribe y las imágenes de cuerpos calcinados en las costas de Trinidad generaron tensiones en el propio aparato político y militar de Washington. El almirante Alvin Holsey presentó su renuncia tras cuestionar la legalidad de las operaciones, mientras que el coronel del Cuerpo de Marines Doug Krugman y el teniente general JP McGee solicitaron su baja por el uso indebido de fuerzas militares en misiones sin autorización.
En el Congreso, figuras de ambos partidos, como Tim Kaine, Adam Schiff y Rand Paul, han impulsado la limitación de la capacidad presidencial de ordenar operaciones letales sin aval legislativo. Y entre la población estadounidense el rechazo a una intervención ha crecido hasta el 65 %.
RECHAZO
Los países del Caribe, tradicionalmente cautelosos en su diplomacia, han condenado la militarización de la región, con la excepción de Trinidad. La Conferencia Episcopal de las Antillas ha llamado a respetar la “zona de paz” y a cumplir con el derecho internacional.
México, por su parte, ha reafirmado su oposición a cualquier acción militar. Cuba ha reafirmado su solidaridad con Venezuela, mientras que Brasil ha pasado de una actitud ambigua a una posición más activa y se ha opuesto a una guerra contra Venezuela.
En Colombia, que estaba distanciada de Caracas, el presidente Gustavo Petro respondió a las acusaciones de Trump con una frase que unifica a los dos países: “No somos colonia de nadie”. También entre los movimientos progresistas que habían mantenido diferencias con el gobierno venezolano se ha consolidado una posición común en defensa de la soberanía de Venezuela.
GLOBAL
A nivel global, China y Rusia han endurecido su posición y denunciado en diferentes escenarios la “militarización del Caribe”. Pekín ha instado a Washington a cesar las acciones que “socavan la paz y la estabilidad regional”. En Moscú, Vladimir Putin viene de dar la firma definitiva al tratado de asociación estratégica Venezuela-Rusia”. En Europa, crece la incomodidad con el aventurerismo de Washington y no han dado su respaldo a una intervención militar.
CONTENCIÓN
Doce semanas después, el clima de indiferencia de los primeros días ha cambiado. La narrativa antidrogas que sustentaba la ofensiva estadounidense se ha desvanecido.
A este muro de contención política a una intervención, se suma la respuesta venezolana, caracterizada por una movilización de defensa territorial inédita por su escala y composición. Miles de milicianos han sido incorporados y la institución militar ha manteniendo la cohesión y la mística. Ese despliegue ha modificado la ecuación estratégica al colocar a la corriente MAGA frente al riesgo político de quedar atrapada en una nueva “guerra interminable”.
GUERRA O PAZ
La suma de estos factores ha reducido las probabilidades de una invasión, aunque persiste la amenaza de ataques selectivos. Sin embargo, se estima que los eventuales ataques dentro de Venezuela no lograrían resquebrajar la cohesión de las fuerzas armadas.
En este contexto, no puede descartarse que el conflicto evolucione hacia una fase diplomática, orientada a la búsqueda de acuerdos que incluyan cooperación en materia de lucha contra el narcotráfico, control de flujos migratorios y alianzas petroleras.
Los cambios en la percepción internacional sobre lo que está ocurriendo soplan en contra de la escalada militar de Washington. Hoy, frente al mapa del Caribe, Donald Trump se encuentra ante una disyuntiva: la guerra o la paz.
El Universal









