Venezuela en el discurso de Trump: el “narcoestado” como justificación de intervención

El presidente Donald Trump utilizó su anuncio sobre la instalación definitiva del Comando Espacial de Estados Unidos en Alabama para reiterar una acusación que se ha convertido en constante dentro de la política exterior norteamericana: la de presentar a Venezuela como un “narcoestado”. En medio de referencias a la seguridad espacial, a la guerra en Ucrania y a la rivalidad con China, el mandatario interrumpió para destacar un supuesto operativo militar contra una embarcación cargada de drogas “que acababa de salir de Venezuela”.

Una narrativa reciclada

Más allá de la espectacularidad del acto, no se ofrecieron coordenadas, pruebas ni detalles verificables sobre el operativo. El episodio fue utilizado como refuerzo narrativo, no como evidencia concreta. Al igual que Marco Rubio —quien inmediatamente priorizó esa parte del discurso en sus redes sociales—, Trump seleccionó un hecho puntual para sostener una idea preconcebida: que Venezuela es el epicentro del narcotráfico regional y, por lo tanto, una amenaza directa a la seguridad de Estados Unidos.

Este encuadre no es nuevo. Se trata de una narrativa que busca instalar en la opinión pública internacional la etiqueta de narcoestado venezolano, simplificando un fenómeno complejo y regional, y atribuyéndolo a un único país con claros fines políticos.

El objetivo político de la etiqueta

La insistencia en relacionar a Venezuela con el narcotráfico no responde a un análisis empírico. Los informes de la ONU señalan que la mayor producción de cocaína está fuera de las fronteras venezolanas, pero en el discurso de Trump la mención se convierte en recurso para justificar la militarización del Caribe y vincular la política antidrogas con la expansión de la infraestructura estratégica estadounidense, como el propio Comando Espacial o el escudo antimisiles “Blue Dome”.

En este sentido, la etiqueta de “narcoestado” funciona como un instrumento geopolítico. Permite articular un relato donde la lucha contra las drogas se mezcla con la seguridad nacional y con el control militar de áreas estratégicas. Venezuela se convierte así en el enemigo simbólico que da coherencia a un proyecto de poder mucho más amplio.

La construcción del consenso internacional

El uso reiterado de este relato tiene además un propósito diplomático: preparar consensos internacionales para sostener y ampliar las presiones contra Venezuela. Presentar al país como una amenaza “narco-terrorista” busca legitimar sanciones, operaciones y posibles intervenciones, no desde Washington de manera unilateral, sino como respuesta “necesaria” frente a un problema global.

Al escoger resaltar el supuesto operativo en el Caribe dentro de un discurso centrado en otros temas, Trump deja en claro que el caso venezolano no es un asunto secundario, sino un eje narrativo central en su política exterior. Se trata de un recurso discursivo para mantener en la agenda la idea de que Venezuela representa un peligro transnacional y que, por lo tanto, debe ser contenida bajo cualquier circunstancia.

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