La guerra eterna de las mujeres afganas

Tras 20 años de invasión estadounidense y guerra civil, el futuro de las mujeres afganas es aún más incierto con el regreso de los talibanes al gobierno. El régimen fundamentalista religioso qué confinó a las mujeres a su hogar y a no poder ser vistas en público, regresa con los mismos preceptos.

Aunque flexibilizan el discurso ante la presión internacional los talibanes mantienen las 29 prohibiciones que conforman la Sharia, ley islámica que contempla una serie de normas y castigos que violentan los derechos humanos e integridad de mujeres y niñas. Cualquier desobediencia trae consigo lapidación o muerte.

Lejos de la igualdad                                        

La tragedia de este país centroasiático y de sus mujeres se remonta desde antes de la guerra fría con la invasión de la Unión Soviética en 1979, que motivó que Estados Unidos armara a los talibanes. En el 89 la antigua Unión Soviética se retira y los talibanes toman el control.

Como parte de sus esquemas religiosos los talibanes aseguran que con sus leyes pretenden “crear ambientes seguros donde la castidad y dignidad de las mujeres sean por fin sacrosantas, tal y como recoge las creencias Pashtunes sobre la vida en Purdah”. (Práctica para ocultar la vida femenina en público).

La Asociación Revolucionaria de las Mujeres en Afganistán alertó en un comunicado sobre, «la infernal vida que las mujeres afganas están obligadas a llevar bajo los talibán».

El tema religioso y el papel de la mujer es una constante en la historia de Afganistán. En 1929 el reinado del Rey Amanullah es derrocado tras impulsar la abolición de la ley del matrimonio forzado y el matrimonio infantil. Progresivamente las mujeres comienzan a incorporarse a los puestos de trabajo y como consecuencia de la Constitución de Afganistán de 1964 se le reconoce su derecho a votar.

Pero ya en la década de los noventa y bajo el régimen talibán las mujeres deben permanecer en sus hogares. Cualquier salida está condicionada al uso de la Burka (velo largo que les cubre incluso el rostro) y siempre junto a un familiar masculino. De mostrarse los tobillos pueden ser azotadas.

Entre las 29 reglas de la ley islámica del talibán las mujeres pueden ser sometidas a todo tipo de vejaciones, lapidaciones, golpes y hasta la muerte. Desde pintarse las uñas, salir sin compañía o ser declaradas culpables de adulterio, son causales suficientes para que las mujeres sean violentadas física y psicológicamente.

La violencia hacia la mujer afgana tiene historia. En medio de la invasión estadounidense Naciones Unidas  ya veía con preocupación la situación de las mujeres y niñas en Afganistán. La invasión del país, bajo la excusa de la guerra contra el terrorismo por parte del gobierno de Washington implicó la presencia de miles de soldados norteamericanos y aliados durante la guerra más larga de Estados Unidos. 

El nivel de abusos a mujeres y niñas motivó al Tribunal Penal Internacional a autorizar una investigación por posibles crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por soldados de Estados Unidos, los talibanes y autoridades nacionales. Integrantes de las fuerzas armadas norteamericanas y la CIA son investigados por crímenes de guerra, tortura, trato cruel, violación y otras formas de violencia sexual.

En el marco de esta guerra eterna que viven las mujeres afganas, entre invasiones y fundamentalismos religiosos, organizaciones de derechos humanos exigen urgentes medidas de protección.

El informe reciente de Human Rights Watch acusa al gobierno afgano de no garantizar medidas de justicia por actos de violencia contra mujeres y niñas. La organización señala que las mujeres se encuentran atrapadas entre la inacción del gobierno y la expansión del control talibán. 

Ante la presión internacional, voceros del nuevo gobierno talibán expresaron su compromiso de «aplicar de forma moderada la ley islámica» y anunciaron que las mujeres podrán trabajar y estudiar «pero dentro del marco del islam».

Informes de Naciones Unidas establecen que las mujeres y las niñas y niños, representaron el 43% de las bajas civiles en Afganistán en el 2020. Desde el 2012, 15 millones de personas han huido del país la mayoría mujeres y niñas. 

La guerra interna se alimenta de diversos intereses entre ellos el de la venta de opio. Afganistán es el principal productor de heroína del mundo y uno de los mercados fundamentales para los millones de adictos en Estados Unidos. De hecho Estados Unidos ha sido quién ha financiado y organizado a los talibanes y el estado islámico a lo largo de los años. La realidad de las mujeres no escapa de la situación de caos y balcanización del territorio conveniente para los intereses de los carteles del narcotráfico que operan desde Estados Unidos y países aliados.

El régimen religioso podría hacer retroceder algunos logros en los derechos de mujeres y niñas, sumando nuevos elementos a las profundas brechas de desigualdad económica qué ha dejado los años de invasión. Para 1999 no había una sola niña inscrita en alguna escuela secundaria y sólo había 9,000 en la primaria. En la actualidad unas 3,5 millones de niñas van a la escuela y aproximadamente un tercio de la población femenina a universidades públicas y privadas.

Para ONU Mujeres los derechos de las mujeres y niñas afganas “deben estar en el centro de la respuesta mundial a la crisis actual”. Entre las restricciones a las mujeres que establece el código religioso talibán se encuentran la prohibición de los estudios, el trabajo, la atención médica  por parte de trabajadores de la salud masculinos, prohibición de salir sola de casa, obligatoriedad de llevar la burka, prohibición de uso de productos cosméticos o hablar o dar la mano a varones, prohibición de reír en público y hacer deporte y el uso de colores “sexualmente atractivos”, entre otros.

Para la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA), uno de los movimientos político-social de larga trayectoria en el país, y que actualmente forma parte de los grupos que enfrentan a los talibanes, el futuro es de miedo e inseguridad. Entre invasiones, narcotráfico y talibanes, las mujeres afganas siguen luchando por una vida libre de violencia.

Anahí Arizmendi

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