Venezuela bajo fuego: y la ONU, ¿dónde está?

El conflicto entre Venezuela y Estados Unidos ha entrado en una fase en la que ya no se trata de una simple disputa política, sino que existe un riesgo real de una agresión militar. La asimetría es evidente: un país pequeño, con dificultades económicas, amenazado por una superpotencia con capacidad de utilizar su fuerza militar en cualquier parte del mundo. En este marco desequilibrado, Venezuela corre el riesgo de ser víctima de una acción violenta y hasta de hechos criminales.

El episodio del 2 de septiembre muestra con crudeza la forma de actuar estadounidense. En el video difundido no se observa una intercepción o intentos de arresto, como corresponde a lo establecido para estos casos. Las imágenes lo que muestran es una ejecución extrajudicial y sumaria desde el aire.

EL MENSAJE
Más allá de que el evento haya tenido lugar o no, lo importante es lo que se ha querido transmitir: que la vida de los venezolanos carece de valor ante Washington.

Los venezolanos pueden ser expulsados como migrantes, sus niños retenidos y entregados a familias estadounidenses, sus jóvenes enviados a una cárcel en El Salvador sin proceso judicial, señalados sin pruebas como miembros de una banda criminal, o incluso eliminados físicamente por fuerzas militares y policiales de Estados Unidos únicamente por la condición de ser venezolanos.

Se ha abierto así un peligroso precedente, en el que la nacionalidad se convierte en sentencia de culpabilidad anticipada.

EL DESPRECIO
Trump ha mostrado en varias ocasiones un desprecio que recuerda al que dirigió contra los mexicanos durante su primer período presidencial. Ahora, esa actitud apunta a Venezuela y se expresa en sus declaraciones.

Cuando dice que “Venezuela ha sido muy mala”, no se refiere a unos individuos concretos, sino que hace una descalificación generalizada sobre toda una nación. Cuando afirma que “de Venezuela salió el barco que destruimos”, lo dice en un tono que convierte al país entero en sinónimo de narcotráfico. Y cuando repite el término “narcoterroristas” para referirse a los muertos en el ataque del 2 de septiembre, lo hace de una manera que asocia a millones de venezolanos con el crimen organizado.

No se trata de un error ni de una exageración retórica, sino de una estrategia deliberada para estigmatizar a Venezuela como un todo.

EL PRETEXTO
Los antecedentes históricos muestran que Estados Unidos nunca ha dejado de tener un pretexto para intervenir. Siempre hay un motivo: la lucha contra el comunismo, la defensa de la democracia, armas de destrucción masiva, lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, en esta ocasión se mezclan factores que hacen el cuadro particularmente grave. El interés por el petróleo venezolano, la obsesión geopolítica por reincorporar a Venezuela a la esfera de influencia de Washington, el interés electoral interno, el honor herido por el fracaso de Trump en su primer mandato y, además, un punto particular: la animosidad contra los venezolanos como pueblo.

EL DESPLIEGUE
Ahora bien, el problema no se limita al lenguaje. La hostilidad verbal se ha traducido en acciones concretas. La revocatoria masiva del TPS es coherente con la lógica de desprecio. Al mismo tiempo, el despliegue de buques de guerra en el Caribe y la movilización de comandos especializados en atentados personales constituyen actos de agresión. Incluso, se han llegado mencionar planes de decapitación. En este punto, lo que está en juego no es solo la soberanía de Venezuela, sino el principio mismo de legalidad internacional.

LA ONU
Marco Rubio ha dicho que no le importa lo que diga la ONU. Pero la ONU no puede ni debe evadir sus responsabilidades. Está en la obligación de actuar para impedir que la animadversión personal de un presidente, combinada con los intereses materiales de un Estado, derive en una agresión que tendría consecuencias no solo para Venezuela, sino para la estabilidad de toda la región caribeña y suramericana.

Ya se conoce bien la fórmula utilizada: primero se fabrica un enemigo absoluto, se lo deshumaniza, y luego se legitima su eliminación física o la violencia sobre blancos seleccionados. Naciones Unidas no puede seguir ignorando esta situación.

El Universal

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