Los estudios cualitativos de Hinterlaces, y otras investigaciones similares en numerosos países, revelan que los ciudadanos sienten que los políticos se han distanciado y ya no escuchan sus reclamos ni sus problemas.
Ese sentimiento de abandono y lejanía alimenta la desconfianza, la decepción y la irritación con relación a los políticos.
La cercanía es un atributo clave del liderazgo, y está asociada con la humildad, la empatía y la confianza, con las soluciones y las certezas, con la autenticidad.
La cercanía entre el líder y la gente es capaz de producir emociones y sentimientos mucho más profundos que los que pueden generar las redes sociales.
La cercanía va más allá de sentir a alguien próximo o fácil de alcanzar. Tiene que ver con que el liderazgo “me escucha”, “me conoce”, “me ayuda y me protege”, “me acompaña” y “me empodera” con su presencia.
Un abrazo, un apretón de manos, un beso, una sonrisa, sentarse y escuchar, todos esos encuentros estimulan el empoderamiento, la confianza y la esperanza, el afecto y el compromiso del líder con su pueblo.
La cercanía se percibe también con seguimiento y vigilancia a la gestión, con la evaluación de los resultados y la planificación de las soluciones.
En un mundo hiper-digitalizado, lo más disruptivo (y realmente efectivo) será lo humano.