“Antes no existíamos”
Mayo 2003: Venezuela salía de una fracasada huelga general insurreccional de casi 4 meses y de un golpe de estado dirigido por los medios de comunicación privados, recrudecía la polarización social y política, la sociedad se sumergía en un clima de inestabilidad e incertidumbre pero también de definiciones cruciales acerca de su porvenir.
Recuerdo claramente el primer focus group que realizamos en el barrio popular “Carapita”, al sureste de Caracas, con participantes autodefinidos Chavistas, como parte de un estudio de opinión pública que había encargado a Hinterlaces uno de los tradicionales partidos de la oposición.
Queríamos conocer porqué el Presidente Hugo Chávez contaba con altos índices de popularidad a pesar de las deficiencias de su gestión y porqué las mayorías no se sumaban a las tentativas de derrocamiento. Surgía una nueva realidad con la fuerza de una tormenta y los criterios de interpretación tradicionales eran insuficientes para entender lo que ocurría en el país.
Comenzamos a escuchar a los chavistas del barrio con la palpitación de estar viendo por primera vez el mar: “Antes no existíamos, nadie nos tomaba en cuenta para nada”, “Los que están allá arriba aprendieron a respetarnos, porque ellos cuando están allá arriba lo miran a uno como una cucaracha”, “Me gusta la participación que hay, ahora tenemos esperanza, tenemos una oportunidad, tenemos porqué luchar”, “Los pobres están con Chávez aunque no les haya resuelto sus problemas. Es que los pobres no tienen otra opción. Sí hay pobres de oposición, pero si no están con Chávez, con quién van a estar”.
Al fin habíamos levantado las cortinas y el conflicto se mostraba con toda su piel desnuda e inocultable. Cuando bajábamos del cerro, todavía boquiabiertos, alguien del equipo técnico –furibundo antichavista- exclamó: “¡¡¡Carajo… Tienen razón!!!”.
La Oposición se desconecta
Un par de semanas después, presentamos los resultados del estudio cualitativo a no menos de 40 dirigentes de todos los partidos de oposición venezolanos. 39 de ellos salieron contrariados y mortificados, acusándonos de ser “chavistas de contrabando”. Se burlaron de las emociones que despertaba Chávez en el espíritu popular.
Todavía hoy me sorprende la incapacidad de la oposición venezolana para entender la nueva identidad nacional-popular y la significación socio-emocional del Chavismo, pero me desconcierta más el desprecio inocultable que sienten por los sentimientos, las emociones y los valores presentes en la actual sociedad.
Con Chávez, la ideología cobró sentido por la cercanía, la política colocó su mirada en las vivencias cotidianas, los símbolos recuperaron su fuerza cultural, las palabras compartidas se convirtieron en mandatos, escuchar fue más importante que prometer y el juramento de amor y frenesí profundizó la lealtad y la devoción.
No es posible disputarle al Chavismo el respaldo de las mayorías si no se entiende y no se siente la identidad emocional de la pobreza. Cuando preguntamos sobre los problemas, los venezolanos responden desde el descontento. Cuando preguntamos sobre el Presidente Chávez (antes) y el Presidente Maduro (ahora), responden desde su identidad socio-emocional. Todavía hoy 63% califica como “positiva” la gestión del Presidente Chávez. El Chavismo se ha constituido en una comunidad emocional, en una identidad social y en una nueva cultura política nacional-popular.
“Yo quiero un líder que sepa lo que es esperar un mes para lavar la ropa por falta de agua… un líder que haya sufrido…” (TESTIMONIO)
La oposición no logra representar y convocar a la sociedad venezolana porque no la entiende, y no la entiende porque no la siente. Es una oposición aporofóbica. Sus principales dirigentes provienen de las élites sociales, aquellas que ven con inocultable picazón a los pobres, aquellas nacidas del rentismo petrolero, con más de 500 mil millones de dólares de “ahorros” en el extranjero. El ministro liberal Teodoro Petkoff los llamó “garimpeiros”.
Hasta hace 2 décadas, esas mismas élites despreciaban la política pero intentaron derrocar al Presidente Chávez -cuyo gobierno no amenazó realmente ni la propiedad privada ni las ganancias- menos por su proyecto político y más por ser un “pata en el suelo”, malhablado, campesino y soldado.
La terquedad insurreccional
Además de la falta de cercanía, todavía hoy la oposición carece de narrativas, gramáticas, símbolos y propuestas que le permitan entusiasmar, convencer, convocar y movilizar a las mayorías. Sus dos grandes éxitos electorales, una vez contra el Referendo por la Reforma de la Carta Magna (2007) y otra con las Parlamentarias (2015), tuvieron que ver más, en el primer caso, con la creencia que el proyecto constitucional amenazaba la propiedad privada y la patria potestad de los hijos y, en el segundo caso, con la necesidad de promover soluciones compartidas frente a la crisis del desabastecimiento de alimentos y medicinas.
En el 2015, la mayoría votó para castigar la gestión oficial pero también para que, desde el parlamento, la oposición contribuyera con las soluciones esperadas. Era la primera vez en 16 años que el chavismo bajaba del 50% de respaldo electoral y la oposición se convertía en una clara opción de poder. Sin embargo, para entonces sólo 19% opinaba que esa victoria electoral debía servir para sacar al Presidente Maduro del poder. Aún sin ese mandato, la oposición se planteó de nuevo el objetivo de derrocar al Gobierno Bolivariano. Por cierto, era la segunda vez que las Oposición no gritaba ¡FRAUDE!
Fue la novena tentativa insurreccional o Plan para derrocar al Ejecutivo Nacional que dirigía la oposición desde el año 2001. El país había atravesado huelgas generales, paros patronales, huelga petrolera, guarimbas, violencia, intentos de magnicidio, invasiones paramilitares, caotización, neurotización social, salidas, desconocimiento de los poderes constituidos.
La arremetida final
En el 2017, durante 4 meses, Caracas estuvo agobiada por protestas diarias, concentradas en los municipios y las urbanizaciones de clase media y alta. Hasta que finalmente un joven obrero, moreno y humilde, fue quemado por manifestantes anti-chavistas. El cruel episodio colocó a la oposición del lado de la muerte y no del cambio ante los ojos de los venezolanos.
Entonces el Presidente Maduro convoca elecciones para designar una Asamblea Constituyente por la Paz que movilizó una alta participación del 44% de los ciudadanos. Chavistas, independientes y opositores votaron contra la violencia criminal y sin sentido. Al día siguiente de este proceso electoral, desaparecieron las guarimbas y los trancazos. El Presidente Maduro había vencido -otra vez más- los intentos de derrocamiento. 83% de los venezolanos rechazaban la protesta violenta y 78% aprobaba las convocatorias electorales, democráticas y pacíficas.
Ese mismo año, se realizan las elecciones regionales y el chavismo obtiene el 55% de los votos y 18 gobernaciones, mientras la Oposición logra 5 gobernaciones. Los estudios de opinión pública de Hinterlaces indicaban que el 55% de los ciudadanos prefería que “el Presidente Maduro resuelva los problemas, aunque sea en parte, a que venga un gobierno de oposición”.
En vez de entender el mensaje que los ciudadanos estaban enviando a favor de la paz, la convivencia y la tolerancia, la oposición no aprende la lección y sigue obsesionada por sacar al Presidente Maduro del poder.
Relanzan la estrategia del derrocamiento, con el apoyo de EE.UU., mediante la aplicación de severas sanciones económicas y financieras, el parcial aislamiento internacional, la instalación de una presidencia interina, la creación de condiciones para una explosión social y la incitación a una rebelión militar.
La estrategia fracasa. Por enésima vez. Hoy el interino Juan Guaidó sólo recibe el 4% de respaldo y apenas el 9% de los venezolanos manifiesta simpatías por los partidos de oposición. La mayoría de los líderes anti-chavistas obtienen una opinión desfavorable entre 75% y 82%. Destaca la impopularidad de Leopoldo López, líder de la oposición insurreccional, que recibe 81% de rechazo.
La Oposición convertida en “polvo cósmico”
Casi la totalidad de los dirigentes y partidos de oposición se ha apartado de la subversión política pero se encuentran muy divididos. Admite que sus únicos triunfos políticos han sido electorales. Solo dos. Esa atomización es la principal debilidad de los sectores que adversan al gobierno bolivariano. 91% de los venezolanos opina que “la oposición está muy dividida” y 92% considera que “le hace falta nuevos liderazgos”.
Además de las reiteradas derrotas de los planes para derrocar al gobierno bolivariano y de la profunda división de la oposición, sus debilidades se agravan por la falta de un mensaje, la carencia de símbolos propios, la incoherencia de sus posiciones y la ausencia durante varios años de toda actividad política que le ha impedido establecer la insustituible cercanía con los ciudadanos.
Todos reconocen la legitimidad del gobierno constitucional del Presidente Maduro, aprueban el desempeño del Consejo Nacional Electoral y asumen indeclinablemente la ruta electoral como estrategia de cambio. Incluso voceros del radicalismo estiman finalmente que llegó la hora de “reestablecer la convivencia democrática”.
Una nueva narrativa “pospolarización” alimenta los discursos de reconciliación nacional y la socialdemocracia vuelve por sus propios espacios, en un país donde la ultraderecha había impuesto sus posiciones extremistas.
Fin de la Polarización
En el 2021, con el inicio del proceso de diálogos y negociaciones en México y la realización de las MegaElecciones regionales, culmina la etapa de polarización extrema y el llamado “empate catastrófico” en Venezuela. Se trata del final de la confrontación radical, después de 20 años de guerra social y política.
Por su parte, el nuevo modelo económico y productivo impulsado por el Gobierno Bolivariano está promoviendo inéditos consensos, tácitos y activos, entre los actores económicos, previos a la reconstrucción de la institucionalidad democrática. El chavismo entendió que el Estado solo no puede y la oposición, por su parte, entendió que la Empresa Privada sola tampoco puede (ni debe).
El empresario venezolano ya no percibe que el chavismo es una amenaza a la propiedad privada ni a las ganancias, y está participando en reencuentros con el gobierno. Más bien observa con preocupación los radicalismos y atajos que desestabilizan al país.
En el plano internacional, se acepta el fracaso de la estrategia del derrocamiento, impulsada por la Casa Blanca, y se promueve la reincorporación de las fuerzas opositoras a la ruta electoral, así como la necesidad de construir una nueva mayoría que le dispute al Chavismo su hegemonía emocional y social.
En este escenario electoral, la Oposición gana sólo por reincorporarse a la vía electoral e intentar recuperar los respaldos perdidos. Seguramente conquistará territorios significativos y comenzará a prepararse para la contienda presidencial del 2024, dentro de un modelo compartido de inclusión social, tolerancia, convivencia, reconocimientos y alternancia democrática.
Viraje histórico
““La oposición es un cuento malo, eso de oposición no existe, es lo mismo que el gobierno, con la diferencia que el gobierno por lo menos te da algo, ayuda, que no es lo que uno quiere, claro, pero por lo menos ayuda, la oposición no hace nada, el fulano cambio lo estoy escuchando desde hace tiempo… ¿Y hay algún cambio? Lo abra para ellos, pero para mí no hay nada, por eso le digo es un engaño, no hacen nada…” (TESTIMONIO)
Durante 20 años, de fracaso en fracaso, sin mensaje, sin símbolos ni propuestas, sin presencia en las calles, y menos en los movimientos sociales, denunciando fraude cuando perdía y cuando ganaba proclamando “el fin de la dictadura”, evadiendo responsabilidades por sus errores, señalando a los abusos del chavismo como la causa de sus derrotas, la oposición se ve frente al abismo y da un viraje histórico, rescata la política y la democracia e inicia el camino de regreso a la Venezuela de verdad. La contienda electoral presidencial del 2024 empieza ahora.
(*) Hinterlaces es la primera agencia de inteligencia venezolana y realiza constantes estudios de opinión pública, cuantitativos y cualitativos. Todos los resultados de encuestas que aparecen en este análisis corresponden al Monitor-País Hinterlaces.
Oscar Schémel