Hay quienes creen que padecer una guerra no despeina, que la gente cae en tacones y peinada para seguir corriendo como en un performance de los Ángeles de Charlie y que no es el doloroso proceso de apañarse y resistir. Por eso, en frío afirman que la opción política perdió fuerza y que el chavismo se muestra disminuido.
¿Es tan simple? ¿Podemos leer las cosas ignorando el contexto donde ocurren? Cada uno de los días que han transcurrido en este país desde el 5 de enero de 2016 han sido un proceso de resistencia, de tener incansablemente que defenderse, que decir que el Presidente sentado en la silla de Miraflores no abandonó su cargo y que no lo tomó un diputado disfrazado de Obama que sale por Twitter.
Cada día, desde nuestras ciudades con apagones intermitentes, con colas de gasolina, con salarios que menguan aunque trabajes más, con familiares que mueren por enfermedades curables, con compañeros sanos que de pronto colapsan, es un día en una epopeya que nunca hemos debido vivir. Una que debemos lograr que acabe sobre la base del esfuerzo, el diálogo y la esperanza.
Leer números omitiendo la gran propaganda que precedió las elecciones de 2015, la amenaza que sufrió el proceso en 2020 –proscrito por USA, con máquinas quemadas, con epítetos que señalan que el chavismo es una peste o que sancionan a los opositores que quieren hacer política- es al menos ignorar la mitad de las condiciones que definieron este evento. También es omitir que, en 2005 en un escenario menos agresivo y con la misma técnica de la oposición la participación fue similar.
Hoy todos tenemos claro que la historia no es una línea recta que solo nos llevará a crecer en número y en mejorar condiciones; que por las nuevas circunstancias deben tomarse nuevas decisiones y que existen cuestionamientos ante la realidad, caracterizada por tener ya años viviendo entre la espada y la pared.
Lo que no podemos hacer es desconocer el esfuerzo y la dignidad de quienes cuando les anuncian la guerra, escogen la paz porque hay millones de venezolanos que siguen sintiendo que el socialismo es la vía, que el chavismo es una propuesta para el buen vivir. Tampoco el valor de quienes, desde la oposición, de cualquier color, escogen la política frente a la violencia o la desestabilización.
Por estos días, la guerra que hemos aguantado ha sido tan intensa que los periodistas han sumado un nuevo vocablo a la lista de horrores que pronuncian al hablar del «irreconocimiento internacional” de las elecciones como factor decisivo para leer la legitimidad de un proceso reconociendo una capacidad de tutelaje, explícitamente sugerida por funcionarios de Macri en su era y abiertamente negada por nuestra condición de República asentada en más de doscientos años de Independencia.
Es evidente que enero será un mes de batallas y está Asamblea Nacional tiene un reto que trasciende lo que inspira leer la norma constitucional porque tiene que ubicarse en la lógica del derecho de los pueblos a la autodeterminación y la paz, tendrá que frenar la capacidad del enemigo de avanzar en el ataque internacional y colaborar en la recuperación nacional.
Hoy que amanecemos con otra Asamblea Nacional y con el mismo Presidente, espero que no haya nada que nos haga restarle valor al sacrificio de los y las participantes, a los y las que para contener la pandemia o para permitir está elección dieron la vida. Si, celebro la alegría de un pueblo que lucha y la memoria de Darío Vivas y el Señor Chino, José Gregorio Martínez, tanto como celebro la vida y el sacrificio del diputado que lideró mi parroquia y por ella se entregó, a vos, José Luis Acosta.
Ana Cristina Bracho