Para nadie es un secreto que la oposición se encuentra en su peor momento.
89% de los venezolanos considera que la oposición está muy dividida y el 91% piensa que necesita de nuevos liderazgos.
Sus dirigentes tradicionales reciben alrededor de 80% de rechazo.
73% NO-CONFÍA en que un eventual gobierno de oposición pueda resolver los problemas económicos del país, cuando la economía es la principal preocupación de los electores.
Apenas 10% simpatiza con los partidos de oposición.
La oposición no ha logrado representar ni convocar a los venezolanos. Pero es que no se puede liderar a una sociedad que no se entiende y que no se siente. Sus principales dirigentes provienen de las élites sociales, muy distantes del sentimiento popular y de las expectativas de las mayorías.
Rechazaron al Comandante Chávez, no porque pensaran que amenazaba la propiedad privada sino por ser un “pata en el suelo”, campesino y además soldado.
Mientras el Chavismo se constituyó en una comunidad emocional, en una identidad social y en una cultura política, la Oposición todavía hoy carece de la cercanía para liderar y emocionar, de las narrativas y propuestas para convencer y movilizar, de las gramáticas y símbolos para entusiasmar y persuadir.
En estas condiciones, muy difícilmente la oposición pueda garantizar la estabilidad social y política del país, el desarrollo económico y la prosperidad que esperan los venezolanos.
En este nuevo ciclo histórico que vive la nación, caracterizado por el final de la polarización catastrófica y la declinación del Estado rentista, Venezuela está apuntando, menos por la alternancia y el cambio, y más por las alternativas.