En un mundo hiper-digitalizado, lo más disruptivo será lo humano

Las redes sociales se han convertido en un implacable campo de batalla para conquistar la atención prolongada de los ciudadanos, en el que los nuevos soldados y las armas son la información y las emociones.

Se habla de la era de la posverdad o de la era posfactual cuando los hechos objetivos influyen menos en la opinión pública que las creencias personales y la emocionalidad.

Los hechos alternativos o las verdades emotivas sustituyen a la realidad. El reconocido catedrático, semiólogo y analista político, Ignacio Ramonet, ha afirmado que “la verdad es cada vez más emocional y no real”.

Por las redes sociales circulan sin freno los llamados fake news o noticias falsas. Antes de que descubramos que son inciertas ya han alcanzado su objetivo neurotizador.

Las redes perfeccionan su tecnología para captar nuestra atención. Vivimos atrapados entonces en un huracán de contenidos que apelan principalmente a la sorpresa, la espectacularidad y el amarillismo, pero también al odio, la agresión y el miedo. Incluso crean climas de opinión inexistentes.

Cada vez más nuestros pensamientos son menos profundos, tenemos dificultad para concentrarnos, una información desplaza a otra en segundos, no hay tiempo para reflexionar, para encontrar las causas y los procesos. Recordamos menos. Vivimos distraídos.

La velocidad de los mensajes nos convierte en personas impacientes, ávidas de estímulos constantes e instantáneos, sin capacidad para dialogar. El debate se polariza de manera pasional, desordenada e intransigente.

No existe el otro que es diferente, solo el individuo en una burbuja de individualidades que piensan igual.

En este mundo hiper digitalizado somos más vulnerables, influenciables y manipulables, sometidos por un frenesí de contenidos que nos esclavizan.

Las redes sociales son una realidad. Más aún son el medio de comunicación (o incomunicación) dominante.

El reto está en cómo usar esa extraordinaria tecnología con los contenidos adecuados, para liberar al ser humano, concientizarlo y movilizarlo realmente para las causas más justas, en las condiciones que las redes establecen como medios.

Para lograrlo, debemos pensar en re-digitalizar la cercanía y el encuentro, la reflexión y el compromiso. Construir una nueva comunidad emocional y una estética diferente. Configurar nuevos estados de ánimo y el sentido común.

Articulos Relacionados