Ha comenzado el año 2020 y la tensión no ha quedado en el pasado. Ciertamente, la
situación no es la misma que hace unos meses cuando Guaidó se izó como promesa de la oposición y juraba que prontamente se haría del poder político. Ahora, la oposición se fragmenta y se diluye en una pelea en la cual se señalan de corruptos y traidores. Por ello, han dejado de ser un bloque mayoritario y uniforme que avala los planes de
manera más o menos unánime y se presentan como un espectro, unido en el rechazo
al chavismo pero movido por intereses e ideas disimiles.
En esta situación es claro que la oposición no puede sostener que cumplirá lo que
prometió cuando tenía más fuerza y comienza a trazarse objetivos más pequeños, que les den alguna victoria, al haber fracasado en su empeño de obtener “el cese de la
usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres”.
¿Porqué quién ayer aspiró a que vería un nuevo Presidente se conformará con la
creación de otra oficina paralela? La respuesta no es evidente. Tomemos en cuenta
que estas decisiones dictadas para rendir efectos fuera de Venezuela sólo han servido
para lesionar el patrimonio nacional y favorecer intereses extranjeros. Ahora, en
especifico, el tema de los medios ha estado en la agenda de la oposición desde el año
2007 cuando nacieron como generación los que hoy la dirigen y desde el 2016 cuando
pretendieron reasignar los bienes de la Nación para favorecer los grupos económicos
que les hicieron diputados.
Este debate llega además cuando se publican los montos que Estados Unidos dedica a
Venezuela y cómo el segundo gran beneficiario es un abstracto sujeto llamado “prensa libre”,que se abre como un espacio económicamente explotable.
Además de ello, crear una oficina paralela de CONATEL les serviría para repartir
bienes de la Nación, para intentar evitar la presencia del gobierno en las redes y
manejar contratos de alguna entidad que se suscriben para mantener o ampliar las
telecomunicaciones en el país.
El tema de TELESUR nosotros podemos verlo como una lucha por el derecho a la
existencia y aquí, trascendemos nuestras fronteras en tanto esta multinacional ha sido
la ventana de procesos de resistencia golpes de Estado así como la manera de
demostrarle al mundo que en Colombia, que en Chile o en Centro América existen
pueblos con valores e intereses distintos a los de sus gobernantes.
¿Puede condenarse las visiones alternativas al silencio? Es una pregunta interesante.
Sin duda, eso se pretende en un momento histórico caracterizado por la intolerancia a
la diversidad desde los polos del poder mientras los pueblos intentan nuevos
modelos de vida.
Es importante en esto ver que la lucha por TELESUR no es un debate de propiedad de
los activos sino del derecho, pasivo y activo, a la información, donde parece que sus
enemigos se plantean recuperar el poder de tener una sola versión y una sola estética,
sostenida en la posibilidad de bloquear los espacios como lo han venido haciendo en
Twitter y en Youtube.
Ana Cristina Bracho /Cortesía Correo del Orinoco