Anillo al dedo

Sin duda, la pandemia del Covid-19 impactará de diversas maneras el desempeño económico de cada país, las relaciones de poder internacionales y las políticas de los Estados en esas esferas.

Ya puede observarse, a manera de muestra, como la redefinición de Washington de sus prioridades como potencia mundial en relación a China, hecho que había tenido lugar con anterioridad a la pandemia, ha adquirido una nueva dimensión en la medida que el surgimiento del coronavirus en la ciudad de Wuhan se presta para ser utilizado como medio para amoldar la opinión pública estadounidense en función de la política oficial de su país.

La designación de Beijing como nuevo rival o enemigo de Occidente se venía adelantando sin que hubiera mucha comprensión o respaldo por parte de la gente común, e incluso de los medios, pues no se visualizaba bien “la nueva guerra fría” que se había iniciado.

En realidad, muchos atribuían la nueva política internacional a un simple efecto de los rasgos de la personalidad de Donald Trump.

De modo que, sin buscarlo, para la nueva política exterior la pandemia vino como anillo al dedo. Hollywood se encargará de los demás.

Neutralidad


La crisis económica generada por la pandemia afectará a todos los países. Unos se recuperarán con mayor rapidez y consistencia, otros modificarán variables de su forma de acumular capital.

Es de esperar que la tensión entre los grandes polos se incremente, ya que la devastación de la economía no permite ver con claridad dónde se encontraría un nuevo punto de equilibrio.

Latinoamérica, que saldrá más debilitada de la pandemia, no debe esperar un cambio en la visión geopolítica de Washington hacia la región.

Lo más probable es que el concepto básico de zona de pertenencia al dispositivo estadounidense se mantenga invariable.

Y es difícil pensar que, sin un cambio en el pensamiento de la dirigencia de EEUU, puedan negociarse nuevas formas de relación que impliquen cooperación y al mismo tiempo status de soberanía plena y de neutralidad.

Venezuela


En el caso de Venezuela, la crisis epidemiológica generada por el coronavirus se ha incorporado, sin ser parte de una acción programada, como un elemento más de la estrategia de cambio de gobierno, en la medida en que, de manera objetiva, se agrega a los efectos del bloqueo financiero y a la caída de los precios del petróleo, con efectos exponenciales.

Puesto que el núcleo de esa política es precisamente el debilitamiento al máximo de la economía venezolana en lo concerniente, sobre todo, al flujo de divisas, la pandemia se ajusta, también en esta situación, como anillo al dedo y es mucho lo que se espera de sus secuelas.

De modo que mientras dure la pandemia, no se avizora un alivio de las sanciones, ya que se parte de la premisa según la cual el incremento de las penurias de la población provocará que la meta buscada, la sustitución del gobierno actual, sea alcanzada.

Leopoldo Puchi / Cortesía El Universal

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