Se estima que con la salida de Donald Trump de la presidencia de Estados Unidos y la llegada del demócrata Joe Biden a la Casa Blanca se abren oportunidades para promover una solución política al conflicto entre Washington y Caracas, que hasta ahora ha venido escalando sin que se haya producido una definición del mismo.
La situación de inestabilidad y de crisis política por la que atraviesa EEUU seguramente influirá en las decisiones que se tomen, pero el asunto será sin duda abordado con prontitud y ya los medios barajan nombres de quienes lo manejarán.
Lo ideal es que pudiera establecerse una meta de normalización de las relaciones en un marco de cooperación estable, y no simplemente acuerdos puntuales de regulación del conflicto, que son útiles para disminuir sus efectos sobre la población, pero no brindan una solución de largo plazo.
ÁLVARO URIBE
El vector principal de las acciones adelantas por Washington es el del bloqueo petrolero y financiero, por medio de sanciones. Pero hasta ahora, este instrumento de fuerza no ha logrado el objetivo para el que se ha utilizado.
En este sentido, Álvaro Uribe dijo en una entrevista al diario El Mundo de España: “Soy muy escéptico respecto a la mano dura. Las sanciones económicas no son efectivas mientras Maduro tenga una vía de escape como Rusia o China”.
Por otra parte, la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha establecido que “las leyes y medidas coercitivas unilaterales son contrarias al derecho internacional, el derecho internacional humanitario, la Carta de las Naciones Unidas y las normas y principios que rigen las relaciones pacíficas entre los Estados”.
ALIVIO CRÓNICO
A pesar de que las sanciones son contrarias a la normativa internacional y que además no son efectivas, es posible que Biden tome el camino de mantenerlas durante los años de su mandato y que solo esté dispuesto a manejarlas de forma “inteligente”, es decir, aliviar algunas de sus aristas, pero conservando la obstrucción de la actividad económica.
Un margen de flexibilidad no las hará más efectivas en cuanto al objetivo buscado, pero sí es conveniente, en la medida en que disminuye un poco el daño que se causa a la población.
Sin embargo, si el nuevo presidente no desiste del objetivo de forzar a Venezuela a integrarse en el dispositivo geoestratégico estadounidense, y en lugar de ello no asume un horizonte de mayor alcance que apunte a un acuerdo de cooperación de largo plazo, las sanciones se convertirán en algo crónico, por más alivios que se alcancen.
Y, como es natural, la sociedad venezolana como sistema buscará preservarse con fórmulas internas dentro de ese marco y tejiendo mayores relaciones comerciales y culturales con otras naciones y centros de poder mundial.
PODER DUAL
Los equipos que designe Biden para las relaciones con Venezuela también tendrán que decidir si mantienen o no el vector de fuerza del poder dual adoptado desde enero de 2019 por la administración Trump, como parte de la estrategia para el cambio de gobierno.
Se hizo uso de este instrumento con el fin de crear una imagen que sirviera para aislar al Estado venezolano en el plano diplomático, así como para debilitarlo al sustraerle activos en el exterior, lo que trajo como consecuencia adicional una condición de minusvalía en juicios y tribunales. Se llegó incluso al punto en que la sede de la embajada venezolana en Washington fue tomada por medio del ingreso de fuerzas policiales.
Los asesores de Biden deben tener en consideración que mantener la estrategia de poder dual y las sanciones, aun con alivios, va a conducir a que no haya variación sustancial en las relaciones entre los dos países y a que la situación se cronifique. Por esto, lo más recomendable es una redefinición profunda que fije nuevos objetivos, compatibles con el no alineamiento de Venezuela.
Leopoldo Puchi / Cortesía El Universal