Al borde del naufragio se encuentra la IX Cumbre de las Américas tras el fracaso de la administración de Biden de alinear a los gobiernos de la región contra la participación de Cuba, Nicaragua y Venezuela en el encuentro a realizarse el mes de junio en los Ángeles, California.
La amenaza de varios estados latinoamericanos de no asistir al evento, así como la firme posición del Caricom, en protesta a la exclusión de cualquier país, cayó como boomerang contra la agenda hegemónica de Washington y la tensa situación con los sectores pro Trump.
Rebelión en la pradera
El anuncio del gobierno de Biden de no invitar a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela para el encuentro hemisférico provocó una rebelión regional que quebró la estrategia estadounidense orientada a demostrar influencia y control en lo que define como su patio trasero.
Washington ha señalado que los gobiernos de Caracas, La Habana y Managua no serán convocados debido a “sus prácticas antidemocráticas y violaciones a los derechos fundamentales de sus ciudadanos”.
El anunció motivo las declaraciones de protesta de los Presidentes de México y Bolivia, entre otros y pronunciamientos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC y la Comunidad del Caribe CARICOM, en un efecto cascada que actualmente suma no menos de 22 países
A pesar de las conversaciones entre el gobierno de México y el de Estados Unidos para garantizar la participación de todos los países en la Cumbre, la presión hemisférica dejo claro que la Casa Blanca no goza de la hegemonía política de otros tiempos. La posible aceptación de Biden de “invitar” a todos los vetados o a algunos, ya no cambiaría el hecho de que la política exterior norteamericana tiene plomo en las alas.
En medio del pulso regional, se levantaron algunas restricciones contra Cuba y se reactivaron los vuelos y las remesas. Por otra parte se flexibilizaron las condiciones para permitir operaciones petroleras con Venezuela, país sometido a casi 600 medidas coercitivas unilaterales promovidas por Estados Unidos y la Unión Europea y se activaron conversaciones bilaterales con el gobierno mexicano.
No obstante, si bien el gobierno de AMLO calificó estas iniciativas como positivas, igual reiteró su propuesta de sustituir a la Organización de Estados Americanos OEA por otro organismo regional. En reunión con el enviado de la Casa Blanca para abordar las diferencias sobre la Cumbre, López Obrador sostuvo la necesidad de incluir a todos los gobiernos en el conclave hemisférico y la urgencia de definir acuerdos previos en materia económica, salud y migración.
El problema migratorio es un punto fundamental para varios países de Centroamérica que señalan a Estados Unidos como protagonista del tema y por tanto corresponsable de darle solución modificando sus políticas migratorias.
Desde su origen en 1994 el espacio de encuentro de los gobernantes del hemisferio ha perdido peso regional, a pesar del interés de la Casa Blanca de remozar la Doctrina Monroe.
Las históricas tensiones ante las exigencias de un diálogo entre iguales sin imposiciones de Washington, han ido creciendo desde Quebec en 2001, cuando por primera vez asistió el Presidente Bush y solo los Presidentes Chávez de Venezuela y Henríquez Cardoso de Brasil, dejarían sentado en el acta sus reservas con respecto al Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
En el 2018 el Presidente Trump suspendió intempestivamente su participación según debido a la crisis en Siria, ya que luego se conoció que el mismo día el Buró Federal de Investigaciones (FBI) allano e incauto documentos de la oficina del abogado personal del ex Presidente en lo que calificó como un “ataque a su país”.
La no asistencia al encuentro en Perú fue criticada como una falta de interés en los temas de la región.
La estrategia estadounidense de promover acciones supraterritoriales hacia gobiernos incomodos o enfrentados a las políticas de Washington no es nueva y tiene antecedentes recientes como la propuesta de exclusión de Rusia de la reunión de la Cumbre del G20 bajo la tesis de la situación en Ucrania.
La Cumbre de las Américas de este año, correspondiente al 2021 y pospuesta por la pandemia, pretende relanzar el modelo panamericanista y resucitar propuestas como los tratados de libre comercio en el marco de una agenda sobre Democracia y Migración propuesta por Estados Unidos. No obstante para la administración de Biden levantar el veto a Cuba, Venezuela y Nicaragua, a estas alturas no es salvavidas suficiente para un encuentro cuya agenda es vista con recelo por los gobiernos latinoamericanos que han estado cuestionando las acciones injerencistas de Washington en nombre de la democracia. La falta de acuerdos previos amenaza con hundir lentamente la ya golpeada plataforma sobre la cual Washington pretende recomponer su liderazgo en América Latina y el Caribe e intentar contrarrestar las crecientes inversiones de China y Rusia.
Anahí Arizmendi