Independientemente de la manera en que se interpreten las declaraciones de Donad Trump sobre una posible reunión con Nicolás Maduro, estas revisten importancia porque apuntan hacia el meollo del conflicto: la dimensión geopolítica del pulso Washington-Caracas. Mientras no se entablen negociaciones entre los dos Estados, el conflicto se prolongará.
Trump, y en general la élite dirigente estadounidense, se ha planteado reinsertar a Venezuela en su órbita geoestratégica y no admite la separación que ha tenido lugar. Entre las diferentes corrientes que se mueven en Washington, hay diferencias sobre el método para alcanzar el fin planteado, pero son pocas las contradicciones en cuanto al objetivo común, aunque pueden percibirse matices que no deben desdeñarse.
PUNTO CIEGO
Hay factores de opinión en Estados Unidos que se centran en lo que tiene que ver con el funcionamiento de la democracia y de las instituciones en Venezuela, y en el discurso le dan prioridad a esa meta, mientras que otros voceros son explícitos en los objetivos de EEUU como potencia mundial.
Sobre el método, hay partidarios de una intervención armada, otros apuntan a un golpe palaciego o a un levantamiento militar, hay quienes aspiran a una rendición y hay quienes proponen el diálogo. Como instrumentos, se ha utilizado el embargo petrolero y la estrategia de poder dual. Ambas herramientas han gozado de consenso bipartidista.
Hasta el momento, no se ha planteado un entendimiento negociado sobre la materia geopolítica. Ni siquiera se ha asomado un borrador para conversaciones. Todo se ha circunscrito a potenciales acuerdos para resolver la pugna entre Gobierno y oposición para el funcionamiento más liberal y democrático que pueda alcanzase. Se ignora, como un punto ciego, el conflicto entre EEUU, como potencia, y de Venezuela como nación.
Se considera esta dimensión como inexistente o secundaria, y no se le buscan, en consecuencia, fórmulas de solución o de entendimiento. Se estima que la condición natural de Venezuela es ser “parte de Estados Unidos”, y se actúa como si un cambio de gobierno no estuviera relacionado con este aspecto.
TRATADO
La realidad es otra: Venezuela debe llegar a un acuerdo de cooperación con EEUU, es lo deseable y conveniente, pero no puede pasar a ser parte del dispositivo geopolítico estadounidense, independientemente del gobierno que tenga.
Ese es un punto clave, que debe estar previamente establecido en un tratado firmado con garantes internacionales, o establecido de forma simultánea con un acuerdo que pueda conducir a un cambio de gobierno por medio de elecciones. La independencia nacional tiene sus raíces en un sustrato que trasciende los eventos circunstanciales.
De allí la importancia de una negociación de Estado a Estado, en este caso entre Nicolás Maduro y Donald Trump. Un pacto de amistad y de respeto mutuo. Se despejaría así el camino para un acuerdo interno.
Leopoldo Puchi / Cortesía El Universal